Atronador viaje al origen de la famosa patrulla de Marvel en una propuesta que divierte y presenta una estupenda factura visual, pero que en una visión global pretende abarcar demasiado. Michael Fassbender, antológico.
Todos tenemos un pasado. Charles Xavier (James McAvoy), Eric Lehnsherr (Michael Fassbender) y compañía, también. Y ese tiempo, que no siempre tiene que ser mejor ─pero en estos casos sí suficientemente entretenido─, es lo que descubre para el cine“X-Men: Primera generación”, atronadora recarga icónica de la patrulla de Marvel a cargo de Matthew Vaughn, que en el que supone su cuarto trabajo tras las cámaras ─tras la divertida “Layer cake” (2004), la olvidable “Stardust” (2007) y la fantástica “Kick-Ass” (2010)─ se manifiesta sobradamente competente para pilotar un armatoste hollywoodiense de semejante tamaño comercial. El envoltorio que presenta luce, y mucho; pero el caramelo podía haber sabido mejor. No pasa nada, se disfruta perfectamente.
«Mutante, y a mucha honra». El realizador da rienda suelta a su brío visual en una propuesta espectacular y lúcida en su configuración material, arropada por una banda sonora en constante estado de alarma y un montaje fluido y efectivo que engancha desde su atractivo marco contextual, trasladando al espectador desde el horror de la Alemania nazi a la paranoia nuclear de los años 60; un entorno ácidamente fascinante, un mundo sin identidad que ─como sabemos─ no acogerá de buen grado a lostalentos dispuestos a luchar por él. Pero el guión, firmado por un montón de manos ─Jane Goldman, Ashley Miller, Jamie Moss, Josh Schwartz y Zack Stentz─, tiene un desarrollo irregular que en ocasiones roza lo aleatorio en el dibujo de muchos de sus abundantísimos personajes ─excepción hecha de la pareja central, dominada por un antológico Michael Fassbender─ y situaciones, convirtiendo lo que podría haber sido una película de acción sobresaliente en un producto de entretenimiento sólo notable.
Evidentemente, abundan los guiños a los incondicionales, convertidos casi en una constante, y se respeta a los neófitos, que en cualquier adaptación siempre son mayoría decisiva de cara a la taquilla; y casi obligadamente, porque es regla fija en estos tiempos, el metraje es abultadísimo: prácticamente dos horas y media de exhibición pirotécnica que atraviesa inevitables picos de bajón rítmico imposibles de ocultar. En lo tocante al reparto, lleno de nombres reconocibles y con gran valor presente y futuro ─el no tan presente lo personalizan un sobrado Kevin Bacon, Matt Craven, Ray Wise, Oliver Platt o Michael Ironside─, cumple con solvencia general, máxime en la plurilingüe versión original. Pero en una visión global, esta primera generación ha pecado de ambiciosa y ha querido contar demasiado. Material queda, y en abundancia; a ver qué pasa ahora.
Calificación: 7/10