Adiós, Villachica (“que alguien me salve”)


“Smallville” llega a su final este domingo en EEUU, con un cierre de dos horas que dará respuesta (con vuelo y traje incluido) a las interrogantes que todavía subsisten en esta reinterpretación del origen de Superman. A un click de distancia, un repaso por sus mejores y peores momentos.




Smallville es un fenómeno televisivo extraño. Una serie basada en los orígenes de Superman, que hizo uso y abuso de un crisol infinito de personajes de DC, debería generar una especie de culto desenfrenado por parte de seguidores de cómics del Hombre de Acero. Sin embargo, salvo excepciones (una de ellas les escribe en este momento), la serie generó un desprecio profundo entre los comiqueros, con críticas muchas veces apropiadas y un poco injustas otras tantas. ¿Cuáles fueron los aciertos y los errores garrafales de la serie basada en el cómic de mayor duración de la historia de la televisión?
Lejos de analizar temporada por temporada o capítulo a capítulo, para revisar el fenómeno Smallville conviene pensar en líneas generales que ayuden a desenredar el nudo de una serie tan amada como odiada. Para los que hayan vivido debajo de una roca televisiva los últimos diez años y no tengan idea de qué va la cosa, Smallville, que comenzó a emitirse en 2001, se centra en la historia de los primeros años de Superman, previos a que Clark Kent tomase el nombre que lo transforma en un ícono y antes de que se pusiera capa y mallas para salir a luchar por la justicia. La serie toma el nombre del pueblo de Kansas donde se crió Kal-El durante su infancia y adolescencia, lugar donde se desarrolla la mayor parte de su historia durante al menos las primeras cinco temporadas.
La serie fue creada por los guionistas y productores Alfred Gough y Miles Millar. Como muchos saben, la idea original era crear una serie centrada en los años mozos de Batman, protagonizada por un Bruce Wayne en camino a convertirse en el Hombre Murciélago. Esta premisa no tuvo mucho eco con los ejecutivos de la Warner Bros., cadena que emitió Smallville en sus años iniciales hasta fusionarse con la UPN para formar la cadena CW (donde pasó a residir entre series con destino similar, como Buffy y Angel).
La reconceptualización de la propuesta como la historia de los primeros años de Clark Kent antes de transformarse en Superman tuvo mucho más gancho para los ejecutivos, que decidieron además adaptarse al máximo a la premisa fundacional de Gough y Millar: “no tights, no flights” (“sin mallas ni vuelos”), una especie de declaración de principios que prometía acercar la visión del Hombre de Acero al público general con distanciamiento inicial (e incorporación progresiva y lenta) de los elementos que lo transformaría en “Superman” en años posteriores.
El capítulo piloto, para el que la WB registró un récord de audiencia de más de 8 millones de espectadores, rebarajó el mito del kryptoniano ya de entrada, con un Lex Luthor (Michael Rosenbaum) que, inteligentemente (me refiero a la lógica narrativa de la serie, no a la inteligencia que conocemos del archienemigo del azuloso) entabló una amistad profunda conClark Kent (Tom Welling) a raíz de un accidente de auto en el que el boy-scout preferido de Villachica (¡cómo me gusta esta traducción!) salvó al lampiño millonario. La interacción principal y pivotal de la serie en sus arranques la dio precisamente esta química más que interesante entre estos dos futuros enemigos – al inicio BFFs (Best-Friends-Forever).
Welling es un actor promedio que supo contar con una apariencia definitivamente supermaniana como dote principal para el papel, aunque en temporadas subsecuentes sus dotes dramáticas mejoraron sustancialmente, y su involucramiento con la serie lo llevó a ser productor ejecutivo y director de la misma. Rosenbaum, por su parte, encarnó por varias temporadas al mejor Lex Luthor que nos dio una pantalla al día de hoy. Lex se mostraba calculador, propenso a la megalomanía, ausente de amor paterno pero extrañamente empático con Clark y su familia, mostrando facilidad para generar simpatía en el público de la serie.
A este reparto se unieron los solidísimos Annette O’Toole(quien supo ser Lois Lane en las películas de Supes) y John Schneider (Bo en los Duques de Hazzard) como Martha yJonathan Kent, los pilares amorosos del alienígena adoptado. Más allá de la familia de Clark, desde la primera temporada contamos con personajes reinterpretados (como por ejemplo,Pete Ross, a cargo de Malcom Jones III, reimaginado asi como personaje afroamericano), personajes inventados exclusivamente para la serie, como Chloe Sullivan (Allison Mack), que llegó a aparecer en la continuidad del cómic a posteriori, y personajes pertenecientes al Supermito en los cómics, tales como Lana Lang (Kristin Kreurk).
Aquí ya podríamos detenernos un poco y analizar las características generales de las primeras temporadas de la serie. Los primeros capítulos y arcos argumentales se centraron principalmente en los primeros pasos de Clark en el control de sus habilidades, su relación profunda con su familia adoptiva, su amistad sincera con Lex (que progresivamente se deterioró hasta llegar a la enemistad que todos conocemos) y su enamoramiento insoportable con Lana Lang. Al respecto, cabe decir que uno de los mayores puntos débiles de la serie en sus primeros años fue la insistencia ad nauseam en el amor imposible de Clark y Lana. Kristin Kreuk le dio a su personaje dimensiones insoportablemente azucaradas y melosas, con lágrimas constantes al borde de los ojos y momentos de tensión romántica insufribles. Cuando Lana fue “jubilada” del entorno del kryptoniano para darle paso definitivo a la más convincente e indudablemente superior Erica Durance en el papel de Lois Lane, la cosa se encaminó mucho mejor.
Smallville, desde un arranque, fue una especie de “soap-opera” con un tono de “monstruo de la semana” incorporado. Si consideramos la cantidad de “fenómenos de meteoro” (siendo este meteoro invariablemente kryptonita verde) aparecidos en las primeras temporadas, podemos llegar tranquilamente a la conclusión de que cuando Krypton explotó más o menos el 80% de su masa terrestre cayó en el medio de Kansas. Independientemente de este aspecto, en lo narrativo, Smallville tuvo estructura de telenovela desde sus comienzos, lo que quizás sirvió para alienar a los potenciales seguidores más acérrimos.
Cuidado, cuando digo “telenovela” me refiero a una estructura de “new soap-opera” al estilo de lo que se puede llegar a vislumbrarse en interacciones de personajes de series comoLostBattlestar Galactica o inclusive Buffy. Antes de que me tiren con piedras, aclaro que me refiero a un tipo de estructura televisiva donde los personajes se enfrentan en conflictos constantes y donde los “buenos” y los “malos”, (no siempre fácilmente identificables de acuerdo a estas categorías) tienen casi equiparable peso narrativo, profundidad dramática y desarrollo conceptual. Si no me creen, observen que el desarrollo de la trama de un episodio típico de Smallville al día de hoy sigue con el mismo formato: introducción de problema, desarrollo de líneas argumentales A/B, y resolución de casi-“tag scenes” de diez minutos donde se finalizan o profundizan los conflictos planteados al arranque del capítulo. Por supuesto, la calidad de los guiones de Gough y Millar no puede compararse a la de un Damon LindelofRon Moore oJoss Whedon, por si faltaba la aclaración.
El énfasis en los años de secundaria de Clark ayudó a poner un foco muy fuerte en los enamoramientos y desavenencias sentimentales, a veces en detrimento de las líneas argumentales más intrigantes que se desarrollaban en paralelo a la depresión emotiva semanal. Este aspecto, a mi gusto, divorció a mucho público comiquero de la propuesta. Sin embargo, en defensa de la serie, la historia de Clark presentó muchos otros ganchos que la hicieron digna de verse (y lo confieso, a veces soportarse) durante los momentos más melodramáticos.
El legado alienígena de Kal-El vio un tratamiento detallado y muy interesante a lo largo de las temporadas, con un Clark que en un principio parecía destinado a conquistar el mundo, para luego encontrar su camino progresivamente como un parangón de todo lo mejor que tiene la humanidad. La caída en la oscuridad de Lex, progresivamente distanciado de su maquiavélico padreLionel Luthor (un John Glover magistral en su papel, de lo mejor de la serie), también tuvo sus momentos brillantes. La inclusión de Kara Zor-El en temporadas posteriores, la Fortaleza de la Soledad, la lucha contra Brainiac y Doomsday, el enfrentamiento con Zod (el maravilloso Callum Blue, que nos dio en la novena temporada al mejor General de la pantalla)… todas estas líneas argumentales, más allá de los deux-ex machina habituales que dan respuesta a los episodios o los minutos de silencio antes de los diálogos de los personajes (por si no lo sabían, todos los personajes de Smallville guardan silencio por unos segundos antes de hablarse), llevaron a la serie a zonas de interés que le hubiesen merecido mucho más respeto por parte del público “especializado”. De todas formas, el aumento del rating y el mantenimiento de números aceptables para la CW le dieron a Smallville el espaldarazo necesario para llegar a diez temporadas, algo sin precedentes para una serie de ciencia-ficción.
Como mencionábamos, los villanos de la serie fueron siempre lo mejor de la misma, desde Lex hasta Zod, pasando por Doomsday y un Darkseid final que se anuncia en sus esbirros y peones (Granny GoodnessDesaad). Sin embargo, a mi gusto, existen al menos tres puntos de quiebre positivo en Smallville que elevaron la barra sensiblemente.
Uno de estos momentos de mejora cualitativa fue la partida de Lana Lang (¡al fin!) luego de la séptima temporada, lo que bajó los niveles de melodrama al 50%. La contraparte (el segundo momento de mejora, a mi criterio) no pudo ser mejor, con la inclusión en la cuarta temporada de una Lois Lane que a mi gusto no tiene nada que envidiarle a otras versiones anteriores del personaje (y por más que pienso, no se me ocurre una Lusita mejor que Erica Durance, con la mezcla exacta de inteligencia, belleza, fuerza, vulnerabilidad y todo lo necesario para enamorar al Hombre de Acero). El tercer y último punto fuerte, que dio un giro positivo a la acción de la serie, fue la inclusión de Green Arrow como miembro del cast a partir de la sexta temporada. Justin Heartly dio una justa interpretación del arquero esmeralda al smallvilleverso, con un personaje que encaminó la historia al lugar donde se mueve hoy en día, donde contamos con una Liga de la Justiciaformada en pleno y a la que pertenecen AquamanGreen ArrowBlack CanaryImpulseCyborgZatanna y hasta un recientemente incorporado Booster Gold.
Con Green Arrow aparecieron definitivamente los trajes y la cosa mejoró; Smallville estaba empezando a encarar, finalmente, al destino que tenía fijado desde un principio, un universo de superhéroes que enfrentan los retos más imposibles en defensa de la humanidad. No en vano, uno de los mejores capítulos de la serie fue “Justice”, donde comenzó a esbozarse esta formación de la Liga en un argumento escrito por nadie menos que Geoff Johns (que volvió durante la temporada pasada para dar vida a la Justice Society of America y en esta, la décima, para darnos la interpretación smallvilleana de Booster Gold y Blue Beetle).
El problema de Smallville fue alargar las líneas argumentales más de lo necesario. El “no tights, no flights” del principio era válido para el arranque de la historia, pero luego de diez años se volvió artificial. Clark se mudó a Metrópolis, trabaja en el Daily Planet, es miembro fundador de la Liga de la Justicia, y todavía usa una campera de cuero con la “S” en el pecho (por lo menos es un alternativa mejor que la gabardina negra que usaba un par de temporadas atrás, que desdibujó la idea inicial de la serie, donde Clark anunciaba su destino con pequeñas señales como andar por el pueblo todo el día con remera azul y campera roja).
Sin embargo, la serie siempre contó con un corazón enorme, RESPETO por sus personajes y una sensación clara de tener la camiseta bien puesta. El camino de Clark de “muchacho diferente” a “héroe” fue muy bien tratado a lo largo de estas diez temporadas, con un Tom Welling cada vez más convincente como el Superman que todos conocemos y esperamos. Si bien existieron momentos absurdos y sencillamente malos (el episodio al estilo “The Hangover” todavía me genera pesadillas y necesito dormir con alguien que me sostenga la mano para no llorar al recordarlo), los momentos cálidos, heroicos y bien desarrollados a nivel personaje e historia superaron con creces todos los elementos negativos. Smallville, a pesar de lo que se escucha a veces por ahí, fue siempre y primero que nada la historia de los primeros años de Superman, y en lo referente a ese desarrollo accidentado pero con el corazón bien puesto siempre va a ocupar un lugar de privilegio entre las series que disfruto y veré más de una vez en mi vida.
Los capítulos estreno y finales de temporada siempre fueron lo mejor de la serie, por lo que el final del viernes promete ser un episodio con buen pulso y conmovedor. De hecho, la décima temporada ha sido casi consistentemente excelente (lo que prueba que cuando los escritores se sacaron los guantes e incluyeron todo lo que les vino a la cabeza y tenían autorestringido, la cosa mejoró y mucho). Luego de numerosas tratativas, Michael Rosenbaum accedió a regresar para interpretar a Lex Luthor por última vez, por lo que las emociones se acumulan en forma explosiva. Si la serie es fiel a sus principios, Clark va a finalmente ponerse el traje de Superman que ya vimos más de una vez en la Fortaleza de la Soledad, enfrentar a Darkseid y Lex juntos, y volar por voluntad propia por primera vez. Por mi lado, agradezco a la serie todas las veces que me hizo volar con historias que valieron la pena sobre uno de mis personajes preferidos de todos los tiempos.
Termina Smallville y con orgullo digo que voy a extrañar esta serie, porque los buenos momentos y la humanidad de su retrato del alienígena más humano de todos los tiempos me ganó como seguidor a través de los años, y aseguró que esta serie ocupase un lugar de privilegio en mi corazón.
Una vez más: se te va a extrañar, Smallville, en toda tu bizarrez y brillantez conjuntas.
Al final de todo, la serie de ciencia ficción más longeva de la historia de la televisión es una serie basada en Superman y eso no me molesta para nada. Buen vuelo, Smallville, y gracias por diez años de historias bien contadas.
Up, up, and away!


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